Cuando trabajamos en equipo suelen pasar situaciones externas que debemos solucionar. Una vez solucionado el problema, todo vuelve a la calma.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Nosotros, al trabajar con otros compañeros dirigiendo grupos, también podemos llegar a cometer errores.
La falta de retroalimentación
Comentar sobre los objetivos que tenemos, nuestros logros y nuestras fallas debe de ser un hábito en tu grupo.
No se trata de regañar únicamente, sino de intercambiar experiencias o pespectivas sobre situaciones particulares.
Lo importante es que los miembros de tu equipo sepan cuando están haciendo algo bien y cuando hay oportunidad de mejorar el trabajo.
No definir objetivos
Trabajar con un equipo sin fijar metas nos aleja de tener resultados óptimos. Es como salir de nuestra casa sin saber qué haremos, caminaremos erradamente y no podremos llegar a ningún lado además de que agotaremos fuerzas y recursos.
Fijando objetivos claros y realistas, todo tu equipo sabrá a dónde se dirige, tus proyectos se completarán a tiempo y será más fácil alcanzar metas.
No delegar
Cómo lo mencionamos antes, no podemos hacer todo nosotros. Es importante fomentar la confianza en nuestros colaboradores entregando responsabilidades, esto es básico para formar grupos de trabajo sólidos.
Entregando tareas a otros, evitamos que la presión se centre en una sola persona y fomentamos la unión, ya que al estar involucrados todos se genera el sentido de unidad.
Olvidarte de tu equipo
A veces como líderes tenemos más responsabilidades que los demás y podemos ser requeridos en otras áreas. Esto puede causar que tengamos demasiadas cosas en la cabeza y dejemos de tener tiempo para nuestro equipo.
No debemos olvidar el trabajo de nuestros colaboradores y compañeros y procurar tener un tiempo en nuestra agenda para resolver problemas o brindar orientación o apoyo.
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